lunes, 29 de diciembre de 2008

El artista sin obras


Trasnochando y viendo una y otra vez como Pepín Bello no era más que una sombra, una sombra de la gran generación, el acompañante inagotable de sus amigos artistas. Plasmaba con detalles la realidad de lo irreal, de lo más tarde recordado... El burro sobre el piano, él se lo atribuye, mientras fluyen palabras de su boca, como sangre fluía del cuerpo del animal.
De todo permanece esencia. Arte.

jueves, 25 de diciembre de 2008


Ella sólo buscaba que la enredadera de sus manos
recorriera su espalda suavemente,
como si de lo más preciado se tratase.
Y esque en realidad, lo era.


Sentía como se quebraban sus etrechos y débiles huesecillos,
el golpe había sido tremendo y por sorpresa.
Realmente nadie sabía si se recuperaría del todo o le quedarían graves secuelas,
tenía el cuerpecito lleno de magulladuras y de moratones que cada dia eran mas oscuros.
Pero ella no era consciente de nada, creía que estaba soñando.
El sujetaba su pequeña manita,apretaba muy fuerte, le daba miedo soltarla,
dejarla sola y que ya no despertase jamás.
Una noche ella le apreto la mano fuerte e incorporandose le dijo acompañado de un beso:
-Tranquilo, ahora estamos despiertos.

Eran solo caricias por debajo, sólo ellos las entendían,
y así querían que fuese, que calados hasta los huesos se dijeran
todo lo que les estaba pasando. Se pasaban el día prendidos a algo invisible,
a algo que no sabían muy bien como llamar.
Y desde entonces se dan la mano en silencio, y no se pueden soltar.

papeles...

Si la veías de lejos solo te parecía un muruño de cartulinas negras, estropeadas, las sobras de algún collage de un niño de 6 años. Todo el mundo, invadido por la curiosidad se acercaba, a pesar de que a nadie les gustaba su aspecto desde lejos. Era muy extraño, a nadie le gustaba pero nadie era capaz de quedarse con las ganas de mirarla de cerca, inexplicable. Poco a poco la gente se daba cuenta de que no eran cartulinas negras, y mucho menos las sobras de ningún collage, ahora la veían como una hoja de periodico, de la que todos querían leer durante horas, conocían sus costumbres, su color de ojos, el de sus uñas, había un circulo de unas 47 personas a su alrededor. Un día dejaron de verla como a un periodico, ahora les parecía un diario, uno de esos que lees para hacerle chantaje a tu hermana mayor, ya no era un interés puro, ni emocionante. Ella se daba cuenta, e incluso deseaba volver a ser aquel muruño de cartulinas negras, pero lo pensó friamente y decidió que era hora de convertirse en un folio en blanco, bien limpio y estirado. Cogió su antigua agenda de telefonos y empezó a llamar a todos los hombres con plumas bonitas que había conocido en sus anteriores vidas. Quedaba con ellos, tomaban cafés, se daban masajes en los pies, infinadad de cosas. Al cabo de un tiempo, no tan alrgo como a los demás les parecía, ya no era un folio en blanco, estaba otra vez lleno de letras, de borrones provocados por lagrimas y por manchas de café. Todos volvían a mirarla con un interés puro, emocionante. Pero esta vez, antes de volver a convertirse en un diario útil tan solo para los chantajes, decidió convertirse en ceniza, y dejando a todos anonadados se prendió fuego, lentamente, y sin dejar de sonreir, ahora estaba satisfecha, a su vida no le quedaba ninguna línea en blanco, esta vez no.

No me deja dormir, ni comer, ni saltar, ni nada de nada, me ata, y me ahoga, va apretandome poco a poco, hasta que me ve agonizar. De pronto me suelta, me abraza, me ayuda, me hace reir, y hace que le sonría. Lo veo todo desde arriba, y parece que todo esta en orden, ¿Es cierto lo que veo? ¿Es solo lo que quiero ver? ¿Es solo lo que quiere que vea? Alomejor en realidad estoy ciega.
Necesito que me abran los ojos, que me los abras, y que solo me hagas soñar despierta.

Ella estaba asomada a la ventana, como cada día, así que no me sorprendí lo más mínimo al ver que me dedicaba una sonrisa, una sonrisa más. Realmente, había perdido ya la cuenta de cuantas habían sido, pero no dejaba de encantarme aquel momento del día, es más, se que no podría vivir sin el. En ese momento, todos los días siento la misma sensación en el estómago, hambre.


Son las cinco y te retuerces.
Te levantas,
tomas café, solo media taza.
Vuelves a la cama.
te retuerces, una y otra vez.
Sueñas.
Quieres despertar.
Despiertas.
Ahora lo tienes claro, esa no es tu vida,
solo estás interpretando.
Lo asumes,
y te retuerces.

calcetines verdes


Érase una vez una chica que siempre se ponía calcetines verdes, siempre, siempre, casi desde que nació, porque su mamá decía que así le ayudarían a tener esperanzas siempre en esta vida. Fueron pasando los años y la niña se hizo mayor, gastó miles y miles de pares de calcetines verdes pues ya estaba cerca sus 21. Un día, que no hacía ni frio ni calor entró en una tienda nueva que hacía esquina cerca de la casa de su abuelita, y se sorprendió al ver la cantidad de calcetines de colores que tenían expuestos, los había cortos, largos, con dibujos, con fenefas...todos los tipos de calcetines que nadie puede imaginar, sin pensárselo dos veces se compró dos pares: unos rojos y otros morados. Cuando llegó a su casa se los enseñó a su mamá que muy disgustada le dijo que no debía dejar de ponerse los calcetines verdes que tanto le habían ayudado. Aún así se los quitó y enseguida se puso uno rojo y otro morado, quería saber lo que se sentía con un pie de cada color, y ver si su madre tenía razón. Para que todos vieran su cambio se puso pantalones cortos y los calcetines casi hasta las rodillas, todo el mundo se giraba para mirarla y ella sonriente lo notaba y se ruborizaba. Nunca había sentido nada parecido, acostumbrada a tapar sus piernecitas con calcetines esperanzadores ahora se sentía apoderada por la pasión y la libertad y estaba dispuesta a enseñar las piernas más que nunca y a reir más que nunca. Volvió a su casa y tiró todos esos calcetines verdes protectores de su madre, y ahora cada día tiene un sentimiento nuevo, a veces los mezcla, y a veces sale en chanclas y no piensa en nada. Y colorín colorado este cuento sin sentido se ha acabado.

mariposas


La conocí hace ya un tiempo, en unos campos cercanos, en primavera casi verano, era una mariposa preciosa, con un color que no dejaba indiferente a nadie, irradiaba un magnetismo incalculable. Aunque al principio solo la observé por el rabillo del ojo pronto todo fué más cercano, y cada vez más y más. Una noche, cerca del final del verano tuve un extraño sueño, esa preciosa mariposa se llevaba todo lo delicado que me rodeaba y me dejaba sin nada, desnuda, vacía, sola.
Al día siguiente paseábamos,y tomamos un café como cada tarde,pero la paranoia se apoderó de mi, y hacía que mi vuelo fuera más efusivo de lo habitual, tenía miedo, de que ese sueño, más bien pesadilla se hiciera realidad, ahora todas sus virtudes hacían que estuviera protagonizando la sensación de envidia más fuerte que me había podido imaginar, y no pude más. Esa misma noche, fuimos a pasear a un lugar nuevo, uno que ella no conocía, la gran ciudad, y alli la dejé sola, mientras se adormecía por el veneno del café.
Ahora ya no había envidia, solo rabia, al ver que me sentía desnuda, vacía y sola, pues ella era todo lo delicado que me rodeaba.

Tengo los pies frios, y la cabeza echando humo.
Pocas palabras pero muchas cosas que decir.
Mucho sueño y pocas ganas de dormir.
¿Lo que tu necesitas?


Cuando lo leo, lo escucho, lo miro, lo comprendo, incluso llego a admirarlo, es entonces cuando empiezo a odiarlo, a sentir tal repulsión por lo que veo que tengo que plantearme hasta donde llega mi sinceridad, mi aopoyo, mi afán de superación y el miedo a ser superada, pisoteada, abandonada. Es un miedo envidioso que camina con pies de plomo, sin hacer movimientos de los que luego pueda arrepentirse. Me controla, me hace presa sin darme opción alguna a la resignación, es lo que me hace fuerte, lo que me empuja a desgarrar todo lo que puedo, a no dejar jamás que el óxido acabe con mis ideas, a exponerlas sin timidez alguna, a desnudar mi persona y a desnudar a los demás.

Te advertí de que no corrieras, que yo no podía seguir tu ritmo caminando, vienes de la gran ciudad y tu costumbre es ir con prisa, pero ahora estás lejos, conmigo, y parece que aún no te das cuenta. Aquí las cosas no funcionan como tu piensas, aquí se observa todo con detenimiento, para intentar memorizar cada momento, para cuando te tires desde ese 19º piso tengas una completa película de tu vida que te entretenga hasta llegar al suelo, o al menos hasta que tengas el infarto que te hará realmente morir. En definitiva, fijate en mi, y relájate, aprende a disfrutar de la lentitud, todo llega al mismo tiempo, tanto si corres como si lo esperas sentado.


Odio la verdura y la gente hipócrita.
Me encanta el chocolate y que me entiendan.
Odio el frio y que me mientan.
Me encanta pasear sola y la sopa en invierno.
Odio las malas contestaciones y el olor a tabaco en la ropa.
Me encantan los abrazos sinceros y las sonrisas de desconocidos...


Muerdeme el alma, y arrancamela a pedazos.
Que duela, que sangre, que deje marca.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Soneto LXIX


Tal vez no ser es ser sin que tú seas,
sin que vayas cortando el mediodía
como una flor azul, sin que camines
más tarde por la niebla y los ladrillos,

sin esa luz que llevas en la mano
que tal vez otros no verán dorada,
que tal vez nadie supo que crecía
como el origen rojo de la rosa,

sin que seas, en fin, sin que vinieras
brusca, incitante, a conocer mi vida,
ráfaga de rosal, trigo del viento,

y desde entonces soy porque tú eres,
y desde entonces eres, soy y somos,
y por amor seré, serás, seremos.

Pablo Neruda (Cien sonetos de amor).